Dentro de pocas horas sabréis qué sucede con Harry, Ron, Hermione y todos los demás en su última aventura. Todos los secretos que tanto tiempo llevo guardando serán también vuestros.
Quienes adivinaron correctamente disfrutarán al comprobarlo y quienes se equivocaron... ¡espero que no se sientan demasiado frustrados! Por mi parte, yo siento una mezcla de emoción, nervios y alivio. 'Deathly Hallows' sigue siendo mi título favorito de la serie, incluso tras releerlo varias veces; estoy impaciente por compartirlo con los lectores que me son fieles desde hace seis libros.
Sólo me queda una cosa por hacer: ¡los agradecimientos! Éstas son las personas que me han ayudado en distintas etapas de este periplo de diecisiete años que he recorrido con Harry, personas que podrían contar una historia mucho más extraña que la ficción sobre lo extraño y maravilloso que ha llegado a ser el mundo de Harry Potter a medida que ha crecido, superando nuestros más disparatados sueños.
En primer lugar, tengo una duda impagable con mi agente, Christopher, que estuvo a mi lado desde el principio y se arriesgó con una escritora desconocida a la que amablemente recomendó no dejar su empleo, pero que trabajó denodadamente para evitar que yo tuviera que volver a enseñar los verbos irregulares franceses. Bendigo el día en que su nombre me llamó la atención en el Anuario de Escritores y Artistas; gracias a Dios, su nombre de pila no era Vernon.
Todos cuantos trabajan en su agencia (que en estos años ha aumentado considerablemente de tamaño) merecen mi más profundo agradecimiento, pero muy especialmente a Emma Schlesinger, quien se ha convertido en una irremplazable enciclopedia ambulante de todo lo relacionado con Harry Potter, y Neil Blair, que tantas batallas ha peleado en nombre de Harry y en el mío y que, por fin, podrá disfrutar de sus fines de semana.
Mi eterna gratitud a Barry Cunningham, editor de libros infantiles de Bloomsbury, y quien aceptó publicar La piedra filosofal, pero que no permaneció en la empresa suficiente tiempo para recibir todos los honores que en justicia merece. No fueron pocas las editoriales que rechazaron mi manuscrito antes de que Barry encontrase algún mérito en Harry; es un fabuloso editor y jamás olvidaré su paciencia con una escritora que en aquel entonces trataba también de continuar su carrera de profesora y de ser una madre soltera.
La sucesora de Barry fue Emma Matthewson, mi editora y amiga en los seis volúmenes posteriores, responsable de dar el veredicto final a cada uno de los nuevos manuscritos y sin cuya calma, sinceridad y juicio yo me habría encontrado totalmente perdida. En concreto, la edición de 'Deathly Hallovvs' resultó enormemente emotiva para mí, y creo que no habría sido capaz de compartir esta tarea con ninguna otra persona.Todo el personal de la división de libros infantiles de Bloomsbury se ha portado maravillosamente conmigo y no han escatimado esfuerzos por Harry, pero Rosamund de la Hey y Sarah Odenina estuvieron a mi lado desde el principio y su amistad se ha mantenido durante todo este tiempo.
Nigel Nevvton, Consejero Delegado de Bloomsbury, me dio su total apoyo desde el primer momento, mucho antes de que Harry comenzase a venderse en cantidades importantes, porque a sus hijos les había entusiasmado la historia; siempre ha sido una fuente constante de entusiasmo y generosidad.
Uno de los momentos más transcendentales de mi vida fue el día que hablé por primera vez con Arthur Levine, el editor norteamericano que acababa de hacer una oferta superior a otras tres editoriales para publicar el primer volumen de Harry. Al ponerme al teléfono con él, yo estaba muerta de miedo, y lo primero que me preguntó fue: ‘¿no estás muerta de miedo?' Me encantó desde ese mismo instante. También él se ha convertido en un auténtico amigo y confidente, y los recuerdos que conservo de mi visita a San Francisco con Arthur durante la primera gira por Estados Unidos se cuentan entre los mejores de todo lo relacionado con Harry Potter.
La otra persona de la editorial Scholastic a la que tengo que dar todo mi agradecimiento es la increíblemente eficiente y maravillosa Kris Moran, encargada de guiarme durante dos giras por Estados Unidos y numerosos actos para la prensa, y a quien adoro por su lealtad, su capacidad para encontrar café en los lugares aparentemente menos indicados y por sus ocurrencias abriendo libros para firmar, pronunciadas con los labios casi cerrados.
Tampoco quiero olvidar a los libreros de todo el mundo, pero sobre todo del Reino Unido, que jugaron un papel crucial para el éxito inicial de Harry, un éxito que nunca se basó en el marketing, sino en las recomendaciones personales del fabuloso personal de nuestras librerías. Posteriormente, Harry se convirtió en una pesadilla para muchos libreros, con fechas de publicación inamovibles y grandes multitudes a la puerta de las tiendas, que transformaron la venta en algo mucho menos íntimo y en ocasiones plagado de peligros (aunque muchos de ellos continúan el ritual de abrir a medianoche); mi más sincero agradecimiento.
Harry Potter se publica actualmente en 64 idiomas. Soy muy consciente de la enorme cantidad de personas que trabajan en la producción de los libros en todos los rincones del planeta, desde China hasta Canadá, incluyendo la mayoría de los países intermedios. La llegada de las ediciones en otros idiomas es siempre un momento muy especial, y quiero dar gracias a todas las personas implicadas en este proceso, a algunas de las cuales conozco, pero no a la gran mayoría. Me gustaría hacer una pequeña ciberola y dar mi más sincero agradecimiento a Christine, Yuko, Alian, todos los Klaus, Pedro y Sigrid. La lista completa ocuparía doce páginas: os ruego disculpas...
Dotti Irving, Mark Hutchinson, Rebecca Salt y Nicky Stonehill de Colman Getty PR me han ayudado tanto que ahora tiemblo al pensar como sería mi vida sin ellos. Seguramente echaré mucho de menos sus estrafalarias notas de prensa...
En la oficina de casa tengo a Christine y Angela, que llevan años encargándose del correo sobre Harry, asegurándose de que me lleguen las cartas que he de leer y convirtiendo el caos en calma.
Estoy encantada de haber dado con ellas y de que sigan a mi lado. Es muy difícil encontrar qué decir sobre mi infatigable, indispensable, inestimable asistente personal, Fiddy, cuyo trabajo no ha cesado de aumentar desde aquella primera comida juntas, cuando le dije que probablemente le ocuparía una tarde a la semana.
Hace muchos años que se mantiene valientemente en su puesto, frenando las oleadas cíclicas de demandas y permitiéndome escribir y cuidar de mis hijos; no creo que pase un solo día sin que agradezca a Dios su presencia.
Lo mismo tengo que decir de mi familia. Durante mucho tiempo, mi hermana Di fue la única persona que realmente sabía cómo era el centro de la tormenta, y en más de una ocasión me ayudó a levantarme, me dio una buena sacudida y me hizo recuperar la cordura. Di comprendió que, a pesar de todas las cosas increíblemente positivas que Harry me había aportado, también había momentos en los que la fama que yo no había buscado se hacía casi insoportable, y fue la persona que me orientó en esos momentos y me ayudó a recuperar la perspectiva.
Ningún escritor ha tenido mejor pareja que mi marido. Aún no me creo la suerte que he tenido al casarme con Neil; se supone que los escritores no pueden ser tan felices como yo. Su apoyo ha hecho que escribir, en particular los libros seis y siete, haya sido una experiencia fabulosa.
De mis hijos, los dos pequeños aún no entienden qué es todo eso de Harry Potter. Las ganas de compartir con ellos los libros cuando tengan edad suficiente son una de las cosas que me permiten no entristecerme al haber acabado.
La última persona a la que tengo que dar mi agradecimiento es la más importante de todas, la persona a la que debo la mayor gratitud. Escribí el borrador final de los tres primeros capítulos de La piedra filosofal embarazada de Jessica, mi hija mayor. Jessica nunca ha sabido lo que es vivir sin Harry Potter; incluso antes de ser publicado, ya era una presencia en nuestra casa mientras yo tecleaba noche tras noche o cuando cortaba una conversación con ella para anotar algo en un trocito de papel. Jamás se ha quejado por la atención que yo prestaba a su hermano de ficción y nunca me ha reprochado que para ella Harry Potter fuera más un obstáculo que una ventaja.
No siempre ha sido fácil ser la hija de J K Rowling, pero si hubiera decidido dejar de escribir antes de finalizar el séptimo libro, mi mayor temor sería la desilusión de Jessica. Que Jessica tenga 'Deathly Hallows' en su mesita de noche hasta que se estropee de tanto leerlo significa para mí más que ninguna otra cosa, más que las enormes tiradas, más que toda la publicidad del mundo. Gracias, Decca. (Y recoge la habitación. Está hecha un asco. Mamá X)
sábado, 21 de julio de 2007
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